miércoles, 22 de abril de 2009

Un cuento de Liberación

Imagen tomada de: http://www.escalando.cl/ancoa_penasco3.jpg

Érase una vez un peñasco alto y saliente que cobijaba un pequeño pedazo de un valle. Con una esbelta e imponente figura el peñasco se imponía de tal forma que todo el que pasaba podía verle, reconocerle y hasta recordarle…
Pasó el tiempo, quién sabe por qué, del enorme peñasco se soltó una piedrita, no más grande que una hoja de mango, que rodó cuesta abajo hasta llegar al valle.
Orgullosa la piedrecita, se sentía peñasco aún, hasta que un viajero la alzó con una mano y dijo “qué bonita piedrecita, seguramente servirá en el jardín de mi casa”.
- Yo no soy una piedrecita, soy un inmenso peñasco- pensaba la piedrita, mientras caía en el bolsillo de su nuevo dueño y se alejaba de su lugar de origen.
La piedrita llegó a un jardín con apenas algunas plantas y sin la sombra de peñasco alguno…
Pasaron los días, meses y años, y la piedra no encontraba su razón de ser, había perdido todo lo que tenía y era, y ahora estaba en un lugar ajeno y extraño.
Cuando ya la piedrecita se daba por vencida, y su ánimo estaba más clavado al suelo que las propias raíces de sus árboles vecinos, su dueño trajo a su lado un grupo de piedritas muy parecidas a ella.
- Hola pequeñas piedritas- dijo, a lo que un coro le respondió – No somos piedritas, ¡somos un peñasco!
Entonces la piedra comprendió que realmente ni era peñasco, ni era piedra, para poder ser las dos, y sin saber que era en ese momento, lo más importante era que ella era ella, era la misma piedrita que recogieron en el valle por primera vez.
Desde entonces fue la piedra más feliz del Mundo, hasta que le tocó ser polvo. Dicen algunos aventureros que le siguieron la pista, que hoy en día es un hermoso peñasco en algún valle lejos de acá…