jueves, 21 de febrero de 2013

Dar el ejemplo pidiendo dinero

Si tuviera hambre no pediría dinero, pediría comida

He aprendido de varios maestros una suerte de conjuro que me permite mirar alrededor mientras el tiempo pasa, puede no poseer mucha magia, pero resulta encantador aplicarlo.

Observando en Chacaito
Este arte del observar, más que mirar, consiste en detenerme un segundo en una esquina de cualquier lugar y aislarme de cualquier actividad, para poder ver a todos desde afuera.

Es increíble todo lo que se puede descubrir, a veces encantador, a veces algo vergonzoso como lo de hoy.

Mientras desayunaba y observaba, al lugar donde comía entraron un par de personas, acompañadas de un niño algo despeinado y sucio que venía por su cuenta. Apenas entraron y a espaldas de todos menos de mi mirada, el hombre le hizo una seña a la mujer, y esta comenzó a pedir dinero mesa por mesa desde el lado derecho del local, diciendo que era para su desayuno.

Inmediatamente el hombre tomó de la mano al niño, de forma arregañadiente, y comenzó a pedir dinero por el lado derecho.

Evidentemente, casi nadie le dio dinero, sólo un par de incautos que se enternecieron ante la imagen del niño o atemorizaron ante la imagen violenta del hombre.

Luego de este instante que no superó los 10 minutos, la mujer salió del local, y unos instantes después salió el hombre, de nuevo de espaldas a todos, la mujer dio el dinero al hombre, y este soltó al niño despreocupadamente.

Unos metros más allá de la entrada del local, el hombre agarró a la mujer por las caderas y le clavó un morboso y repugnante beso de lengua en pleno estacionamiento, mientras el niño veía y se quejaba.

El hombre, entonces tomó una camioneta por puesto, y la mujer tomó al niño de la mano y se sentó en una esquina a pedir dinero.

 El ejemplo
No podemos reconocer que tipo de relación, si la hay, existe entre estas personas, pero lo que es evidente es que esa criatura de apenas unos 7 años está recibiendo uno de los peores ejemplos sociales que pudiera dársele.

Por un lado, la eterna impresión de que al dinero se puede acceder fácilmente de una manera truculenta y timando a los que honestamente se lo ganan.

Segundo, que siempre se debe dar lástima, y desde allí optar por la ayuda que se merece de parte de los otros. Además de un trato despreciable y deplorable hacia la mujer.

Y esto es sólo lo visible, no sabemos si detrás, en los rincones de la oscuridad que les permiten las calles caraqueñas, exista el consumo de drogas y la abundante presencia del alcohol.

Bajo esta condición que reproduce un inframundo a orillas de la mecánica y consumista sociedad, crecen los hijos del abandono y la miseria. Por ello las medidas del Estado, por más que sean proteccionistas y eficientes, no podrán nunca darse abasto.

Porque para este grupo de personas la zona más cómoda es permanecer en las penumbras de la sociedad, viviendo de la obtención del dinero fácil, del día al día, del “dame algo para desayunar”. Se han adaptado a vivir en una sociedad, que a su vez les deja de ver y les da dos monedas.