lunes, 25 de enero de 2010

Peirce, Descartes y la sociedad venezolana


Me he tomado un tiempo para escribir, quise esperar a que llegara el 2010, además de estar muy motivado a resolver situaciones personales, quería ver como comenzaba esta nueva década del siglo XXI.
Y ustedes se preguntarán, ¿qué haces citando en tu título a dos filósofos, uno del siglo XVII y el otro del siglo XIX?...
No, no es que me quede estancado en el pasado, todo lo contrario, hoy más que nunca las visiones establecidas por estos dos señores, entre otros tantos, nos ayudan a entender el proceso del conocimiento y los significados para las sociedades.

Removiendo los huesos de René
Antes de hablar de René Descartes, es importante reseñar que la vida de ambos filósofos realmente fue traumática, uno perdió a su madre a temprana edad y el otro sufrió de un fuerte trastorno mental, se cree que se trataba de maniaco depresión.
Sobre Descartes se puede hablar mucho, tiene una prolífica obra, recomiendo que todo aquél interesado en entender algo sobre el método científico, y la epistemología lea “Discurso del Método” de Descartes.
Para resumir muy superficialmente la idea amparada por Descartes, él resumió a la experiencia científica en la búsqueda de la verdad a través de uno mismo. Famosa la frase de “Cogito Ergo Sum” ó “Pienso y luego existo”.
Lo que nos interesa en este artículo, que es el proceso de significación y formación del conocimiento, establece en la filosofía Cartesiana una relación dual o de díada, en la que existe un Objeto estudiado y un pensamiento personal sobre el Objeto.
Así, el hombre sabe que “Silla” es un objeto para sentarse, porque piensa en eso y luego ve “la silla”. Hay una clara necesidad del uso de los sentidos, uso reforzado en la teoría expuesta por Saussure.
Resumiendo a estos bonachones, existe una relación directa, empírica, y dependiente entre los objetos, sucesos y hechos y el pensamiento personal estructurado sobre ellos. De allí nace el conocimiento “real y verdadero” del Universo.


Rescatando a Peirce…
El incomprendido y muy mal citado Charles Sanders Peirce es tal vez uno de los filósofos más importantes del siglo XIX, pues gracias a él la Ciencia y la Sociedad se vuelven a dar la mano.
Peirce encontró un fuerte divorcio entre el hecho de hacer ciencia como la eterna búsqueda de la verdad para el beneficio humano y lo que se estaba haciendo en los laboratorios e investigaciones.
Sus trabajos han influenciado a grandes pensadores, Peirce renueva la fe en que la Ciencia puede estar casada con la Intuición, con la creatividad y con el caos…
Para Peirce la formación de los conceptos y el conocimiento está establecido en una relación triádica, y no necesariamente directa. Él parte de establecer que las personas realizan conjeturas sin necesidad de establecer relaciones directas con los objetos.
De allí se entiende que el Objeto tiene una valoración propia, signada. Pero el Signo del mismo tiene valor a parte y la interpretación que se haga del signo tiene otro valor para el interpretante. Las relaciones que se generen entre el signo “representativo” o “representamen”, el objeto y el interpretante generará correlaciones infinitas de conocimiento. Este principio se denominó “Semiosis Ilimitada”.
Peirce defiende la característica hipotética abductiva, al señalar que el proceso de significación no es más que un procedimiento inferido, a tientas, el hombre va intentando descubrir cosas y va dándole significación no necesariamente registrándolas en sus sentidos.
Este pensamiento es fundamental para el desarrollo de las matemáticas, estudios espaciales e inferenciales.
Charles era sobre todo un Científico Social, es decir, casaba su labor científica con el uso que le pudiera dar la sociedad a la misma, por eso desestimaba a los “científicos de sillón”, esos que producían “verdades” para si mismos, valiéndose de la interpretación personalista del pensamiento Cartesiano.

¿Y esto qué tiene que ver con Venezuela?
Es sencillo, la ciencia busca la verdad de las cosas, y en Venezuela todos los que hacen ciencia, incluidas las ciencias sociales estamos más cerca del pensamiento Cartesiano del Siglo XVII, que del pensamiento de Peirce.
Cientos de miles de mentes venezolanas brillantes se queman y funden detrás de escritorios trabajando para otros, o para si mismos en un afán de engordar sus egos y conocimientos, olvidando realmente el valor de la ciencia.
Esto no es sólo para los científicos de laboratorio, es con todo aquél que considere su trabajo una ciencia. Incluidos los científicos de la Información y la Comunicación.
Cuándo tratemos de analizar que está pasando actualmente con la sociedad venezolana, no olvidemos que de por si, nuestro trabajo científico es una fiel demostración de lo que está sucediendo…