jueves, 17 de agosto de 2023

La dignidad de llamarse Paco


Esta mañana tenía tiempo, y muchas diligencias que requerían paciencia y espera, lo que me permitió dedicarme a pensar... En mi espera fuí testigo de par de cosas que me hicieron rumiar ideas en mi cabeza. "Quiero escribir sobre la cualidad de la dignidad, pero ¿Cómo lo abordo?".

Empecé a pensar en autores, entré en un callejón sin salida. Con un farolito alumbrándome, que era el concepto que conserva la Real Academia sobre la palabra dignidad: "Cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni degraden."

De esto quería escribir, de cómo estábamos sacrificando gradualmente la dignidad a expensas de conseguir un cargo, una amistad, un espacio, o simplemente atención...

Pensé en mi padre y mi abuelo. Mis dos ejemplos de vida. Dos hombres que me han enseñado en la vida que la dignidad va ligada a la palabra y al compromiso. 

Venía yo pensando en estas ideas, y se me ocurrió entrar al mercado. Haciendo la fila de la caja, seguía yo pensando en mis ideas, cuando escucho un hilo de voz que me decía:

"Pase muchacho, que yo estoy viejo y me voy a tardar".

Respondí en automático, con una sonrisa: 

"Yo soy joven y llevo demasiado apuro, y del apuro sólo queda el cansancio, dele usted con calma, que nada me espera"

Me fijé que aquella voz era la de un señor de unos 78 años de edad que se cargaba en una mano un botellón de 8 litros de agua, y en la otra llevaba una bolsa de compra...

La cajera le dijo: "Yo creo que no va a poder con esta otra bolsa", señalando una sandía de unos 3 kilos. "Mejor vaya a su casa, y viene ahora por ella".

Algo me empujó a decirle "Paisano, ¿a dónde va?, yo se la llevo"...

Fue el comienzo del camino revelador para este post...

"Voy aquí mismo, vivo al lado, ¡gracias amigo!" Pagué mis compras, y me cargué su sandía, mientras comenzamos a hablar.

Salió el tema del desastre del incendio fuera de control en la isla, y me comentó:

"¿Tu conoces por allí?, yo de chico me la pasaba cazando conejos por esos lados, es muy bonito pero complicado, y si te agarra un fuego con viento, no sales"

 Yo le comenté que me preocupaba mucho el medio ambiente, y sobre todo los animalitos que sufren.

Hablando de todo un poco en un trayecto en el que íbamos, pasito a pasito, conocí a Francisco, pero me dijo que le llamara Paco, para los amigos.

Paco, entero, fuerte, cargando sus bolsas, tiene como 12 parrales (viñas) a la entrada de su casa, "no me digas nada, mira que hace unos días estaban verdecitos y cargados, me levanté y de pronto los vi con eso, eso que dicen que les cae" - "Cenizo" le dije yo, tratando de hacerme el especialista, cuando realmente le robé a mi amigo Suso el conocimiento. -"Sí, eso mismo, mira, mira como me secó y partió la uva".

Me enteré que ha tenido un ictus reciente, que le han operado más de 12 veces de diversas cosas, entre ellas una que duele mucho "aquí abajo, no me digas como se llama (pausa para pensar) es de esas que duelen que te giras en la cama". 

Le dije: "Paco, te dejo la sandía aquí en la puerta", y me respondió, como buen canario: "Imagínate, lo que queda es que te haga pasar y me la piques, déjala allí hombre".

Me reí, a carcajadas con Paco, iba ya a retirarme cuando me dijo: "Ehhh, ven aquí, que mis amigos no se van con las manos vacías de casa", y me regaló una de sus cervezas "cero todo", porque no puede tomar alcohol y tiene una dieta muy detallada, pero nada le quita tomarse una cerveza con sus amigos.

Esta va por ti Paco, ¡gracias!, gracias por darme el ejemplo perfecto de lo que es mantener la dignidad en el siglo XXI.