lunes, 13 de abril de 2020

Lavarse las manos, bien, ¡muy bien!

Hermosa obra de Jan Lievens, "Pilato lavándose las manos", h.1625.

Índice o indicio

Ha pasado tiempo ya desde que publiqué mi último post. Y muchos me han preguntado ¿No hay nada que decir en estos tiempos de Pandemia, virus, frustración y pánico?, y yo respondo de forma inmediata: Dos cosas, lávate bien las manos y quédate en casa.

¿Nada más?- y ¿Qué más quieres?, no hay soluciones mágicas, esas sólo están en nuestra imaginación. Y mientras ideamos cómo vencer el caos, lo mejor es hacer lo que como especie, naturalmente sabemos hacer, refugiarnos.

A veces me río de aquellos que, antes de todo esto, levantaban la bandera de "volver a los orígenes" distorsionando el mensaje para criticar al Desarrollo. Bueno, ¿Qué mejor regreso que volver a nuestros instintos más primigenios?, < Comer, Dormir, Refugiarnos, Reproducirnos, y Crear >.

Es evidente que la respuesta no es volver a nuestros orígenes, sino construir un mejor mañana cada día, sabiendo de dónde venimos.

Lávate las manos

...(pero que tu mano izquierda no vea lo que hace la derecha. Mateo 6:3).

La mejor medida ante el virus es la de lavarse las manos, sin duda que todos somos expertos en esto, y si no, está el video que sale en las redes cada cinco segundos con la pintura negra y los guantes, y que nos enseña a cómo restregar nuestras palmas.

Pero hay algunos que se están volviendo expertos, o a lo mejor ya lo eran, en esto de lavarse las manos ante la adversidad.

"Yo me lavo las manos" "Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: 'Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis'". (Mateo 27:24).
Y no, no me refiero a los políticos. Ellos tienen todos (no importa el país, ni el año en que lea esto) una maestría en frotarse los dedos (ya sea por codicia, o por escapar del tumulto).

Me refiero a los de a pié. ¿Cómo?, seguro se estará preguntando. ¿Qué me vienes a decir? Sí, hay cientos o miles que se saben lavar muy bien las manos frente a la adversidad. Como aquellos que van en dos coches separados al mercado a comprar cerveza, se hablan en la cola de muchos que necesitan repostar alimentos en sus casas, dejan pasar a mayores "porque son prioridad",  pero luego salen sólo con cerveza y se suben a sus coches. Vamos, mejor lavada de manos, la de Pilato.

"Nadie se va a enterar si me monto "el picoteo" con el vecino en la terraza del edificio, total ni música tenemos. Y es que esto del confinamiento es << Inaguantable >>", No sé cómo medir lo inaguantable, pero en la escala, perder a un ser querido sano por un virus, sin poder despedirse, ni hablar con él antes de morir, entra en el tope. Y todo lo demás son excusas para... lavarse las manos.

"¿Qué hago con los críos en casa? (pregunta desde el minuto 0), ¡esto es inaguantable, dales las tablets!", y allí van los niños todo el día con la cara pegada a la tableta... No soy padre, espero serlo, pero cuando lo sea espero también estar 100% listo para disfrutar a plenitud de mis hijos y  tener un plan para que nunca sean una carga. El confinamiento es un tiempo de oro para disfrutarlos, y cualquier otra cosa es... lavarse las manos.

"Me metí en las redes sociales desde la mañana, y compartí cuánto link vi sobre el virus. TODO, hay que decirlo TODO, con eso ya he hecho bastante por todo esto". No hay mucho más que agregar, ¡denle la toalla!

"Vi a alguien salir de casa, y le grité con todo lo que podía. Soy la policía del barrio, alguien tiene que traer la ley y el orden. Y al médico ese del primero, ya le dejé un ultimatum, 48 hora para irse del pueblo". (splash, spalsh, splash).

Pero por un segundo, allí en el balcón, en la inmensidad de la ventana, en la plenitud del color marrón de la taza de café, hay una voz que te dice: "Sé que puedo hacer más en todo esto".

¿Y qué tal si dejamos de lavarnos las manos?- como Pilato.

 Y empezamos a escuchar nuestro propio silencio, a oír lo que pareciera no tener voz, nuestra casa, nuestro entorno. Y a encontrar ese lugar justo en el que seremos más útiles y felices, (como lo han hecho algunos futbolistas, que ahora cocinan).

El mejor ejemplo es el de los músicos. Ellos sí que saben escuchar y llevar los tiempos. Entienden que con su maestría pueden hacer lo que mejor saben hacer, poner música a la vida, darle poesía a la humanidad para enfrentar la calamidad. (Sí, como los del Titanic, ya, ya, ya...) No hay profesión más útil durante esta pandemia, después de los médicos, que los músicos.

No tenemos que hacer grandes cosas, yo por ejemplo hice hoy lo que creo que mejor se me da en mi poco tiempo libre, escribirte en este blog y dejar de lavarme las manos (sólo por esté post).

¿Quieres contarme tu historia?, ¿Se te ocurren más lavadas de manos? O entró en ti el alma "millennials" del resentimiento por mis alegatos. Adelante, ¡hablemos!