viernes, 16 de octubre de 2020

Escribir es un acto de desesperación, ¡ayer y hoy!

Danilo Kiš (Subótica, Serbia, 1935 – París, 1989) Foto: Archivo Acantilado. 

Hace ya unos 13 años me encontraba en el callejón entre todo lo que conocía y creía que era verdad, lo que sentía y analizaba, y lo que realmente estaba pasando en el mundo, lo que ocurría allá afuera. Me ha tocado ser testigo de la deshumanización, la pérdida, el dolor, el vacío, la carencia, el sufrimiento, la muerte, la pena, la desidia. Pero aún conservo como tesoro en mi alma todo en lo que creo y conozco como verdad sobre el hombre y el mundo.

En el momento de aquél callejón que me martirizaba y enfermaba, y ya mucho antes, había descubierto que escribir era una acción desesperada e impulsiva de escape. Siempre que veía algo que me dolía o arrollaba, yo corría a escribir. Así nació hace 13 años este blog.

Hace una década no conocía a Danilo Kiš, no sabía de su existencia y mucho menos de su aporte a la literatura universal.

Escribir antes de morir    

Ojalá alguno de sus libros hubiera caído en mis manos antes. Porque Danilo Kiš miraba a la escritura como una acción, más que liberadora, casi como un salvavidas. 

"Cuando uno ya no tiene nada que perder, empieza a escribir. Escribir es un acto de desesperación. Ahorcarse o sentarse delante de la máquina de escribir es el único dilema."

Homo poeticus (Homo poeticus, 1983) 

Gracias a mi amiga Susy López pude recordar a este autor hace unos días, y completar la idea de este post. 

La explicación de por qué Danilo veía así al proceso creativo de la palabra puede deberse a lo que significó en su vida ver de cerca a la muerte y la pérdida. Ya que fue testigo de como asesinaban a buena parte de sus amigos cuando en 1941 tropas húngaras tomaron su ciudad natal, y sufrió la muerte de su padre y casi todos sus familiares en un campo de concentración, un par de años más tarde. 

Entonces allí está Danilo Kiš, frente al vacío con dos opciones, destruir todo o crear desde cero. Ya sabemos cuál eligió, para suerte de todos nosotros y de sus más fieles fans, aunque lamentablemente un cáncer de pulmón le quitara la vida con tan sólo 53 años.

 Aunque mi pequeña y humilde pluma está muy pero muy lejos de la de Danilo, no dejo de sentir una empatía, una conexión muy especial con su forma de ver al proceso de escribir como un último intento de crear un espacio distinto, de ver la moneda, y con la mirada hacerla girar.

La obra en español de este autor serbio se puede encontrar publicada por Acantilado http://www.acantilado.es/persona/danilo-kis/

 


martes, 6 de octubre de 2020

Normalicemos el sentido común

 

Estatua de Cicerón. Cuenta la historia que este filósofo y político romano participó en unos hechos en los que se vio obligado a confrontar al filósofo Catilina, se le atribuye en tal duelo el uso del "Seny" o sentido común en su máxima expresión. No será la única vez vinculado a este concepto, en su tercera paradoja hace un ejercicio abstracto sobre el mismo y la relación entre los pecados y las cosas bien hechas.   

El sentido común no es nada común

Voltaire


Si hacemos un análisis muy superficial de la historia del ser humano sobre este planeta nos daremos cuenta que nos hemos venido a menos. No hay que ser un gran experto para notar, que si bien la prodigiosa velocidad con que nuestro cerebro produce técnicas novedosas para manejar su entorno es un motor que no se estanca, no va al mismo ritmo nuestra relación emocional, reflexiva, y si se quiere filosófica con nuestro alrededor. Sensus communis significaba para los romanos, además de sentido común, humildad, sensibilidad. (Diccionario Filosófico, Torre de Babel) Un concepto que tenía un valor inconmensurable para ellos en su época, pero que en la actualidad se ha devaluado por completo. 

Es tal su depreciación, que cuando pensamos en sentido común recurrimos a Voltaire, y su célebre pero triste frase con la que comienza este post. Ya en la época del filósofo francés, mediados del Siglo XVIII, la palabra había perdido no sólo valor, sino significado.

¿Dónde hemos dejado el sentido común?

Mi primer apasionado acercamiento con el concepto no se lo debo a un gran hombre famoso o adinerado, más bien a un humilde vendedor de alfombras y ropa deportiva, que veía con estupor como profesionales con los que interactuaba estaban cruzando con facilidad el campo florido del ingenio hacia el desierto de la estupidez. 

En aquél momento cuando me citó por primera vez a Voltaire para referirse a un sin sentido, entendí que para nosotros el sentido común ahora "sólo significa el buen sentido; la razón tosca, sin pulir, primera noción de las cosas ordinarias, estado intermedio entre la estupidez y el ingenio".(Diccionario Filosófico, Torre de Babel) .

Si le hemos rebajado la concentración al concepto del sentido común es por algo. Es como cuando el niño no ha aprendido a gatear bien, y es imposible pedirle que camine de forma correcta. 

¿Dónde han quedado nuestras humildad y sensibilidad? 

Creo que hemos decidido encerrarlas porque en los procesos tan complejos que vivimos no hay tiempo para incluirles. Pero somos nosotros mismos los creadores de estos procesos. 

Lo extraordinario del sentido común es que hace que las cosas caigan por su propio peso. Cuando somos capaces de utilizarle en su máxima expresión, que incluye la definición romana, hace que las cosas que creamos encajen con nuestro entorno a la perfección, una perfección placentera, saludable, natural y bella. 

Si aplicáramos el tamiz del sentido común, más de la mitad de los gobernantes actuales del mundo deberían dejar sus puestos por no estar capacitados para el ejercicio de tal responsabilidad al ritmo en que la humanidad les necesita.

Igual pasa con otras situaciones y momentos de nuestra vida, en las que el sentido común sería una herramienta poderosa para clarificar que es lo que mejor conviene.

¿Crees que el sentido común te puede ser útil en tu vida?