viernes, 15 de marzo de 2013

Espacios educativos para la esperanza en Nueva Delhi



Fotos: AP

Nada interrumpe una buena clase, ni siquiera el ruido que pueda originar el paso de más de cien mil kilos de hierro por una vía férrea justo en plena explicación de geometría. Porque cuando se quiere se puede.

Tres años debajo de un puente
Para casi nadie es un secreto que la India es una referencia mundial de pobreza, su condición de sobrepoblación y los problemas para producir recursos económicos al alcance de sus habitantes se suman a la realidad de ser uno de los países más desiguales del mundo.

No hay que hablar mucho de la India, seguramente todos hemos podido ver como hemos estereotipado la pobreza en esa nación, con películas como Slumdog Millonarie.                                                                     

Pero la India puede ser, en ambos sentidos, la referencia mundial de la crisis humana y a la vez la esperanza de un mundo mejor.
Desde hace 3 años unos 30 niños que viven de forma miserable en barrios cercanos a las vías del tren de Nueva Delhi se reúnen en una improvisada escuela creada por Rajesh Jumar Sharma y Laxmi Chandra, para hacer lo que todo niño debe, estudiar.

En unos pizarrones pintados sobre el concreto que sostiene un invento que sólo fue posible porque otro humano logró estudiar ingeniería, los futuros ingenieros de Nueva Delhi se forman.

La escuela va a toda marcha bajo las ruedas de los trenes que pasan por este puente del metro de la ciudad.

La educación impartida en esta escuela es gratuita, los niños a cambio mantienen la limpieza de su espacio, y ordenan lo que reconocen como su llave hacia el futuro, porque quien posee educación podrá pasar penurias pero nunca será pobre. 

Con información de AP y NBC

miércoles, 6 de marzo de 2013

El viaje hacia la trascendencia



Existe dos tipos de impulsos, uno que tiende a extinguirse a sí mismo porque no conoce de otras fronteras más que las de su propio ser, frente a otro que es capaz de ubicarse en espacios más allá de su existencia, uno tiende a desaparecer y otro a ser eterno.

El yo inmaduro emocional
El yo inmaduro es aquél que denomino el impulso egoísta y egocéntrico, ese que es capaz de ser inoportuno e hiriente, porque no comprende más que su propia realidad, sus necesidades, su visión, y lo que a él le conviene.

Es un yo que traduce todas las cuestiones del día a día desde una visión personal y genera actividad mental desde allí, se molesta porque un mesero tarda mucho con su comida y no cuestiona el por qué podría estarse tardando. Es un pensamiento incapaz de, como dicen los abuelos, “incapaz de ponerse en los zapatos de los demás.”

El yo inmaduro no sabe de momentos, es como un niño eterno en su peor faceta, quiere todo para sí sin pensar en las consecuencias que podría traerle su incontrolable deseo. Se siente vacío y desprotegido cuando no consigue lo que ansía.

El yo inmaduro no reconoce sentimientos que no le sean propios, carece de tacto para con los demás, no entiende el duelo ni la tristeza ajena.

Para nada el yo inmaduro está relacionado con una capacidad estructurada del pensamiento, aunque sin duda puede afectar la forma lógica en que se estructura la mente. Podemos encontrar personas muy inteligentes y capaces pero emocionalmente discapacitadas.

Es este estado egocentrista el mayor productor de las diferencias, rupturas, fracasos y guerras que podría enumerar en la humanidad.

Se cree simpático y en onda mientras encuentra en similares un identificador común que le mueva, pero cuando se ve solo se siente acorralado y tiende a huir, deprimirse y encerrarse.

No tiene la habilidad de reconocer que necesita enterarse de su entorno, ni el más mínimo interés de aprender de otros, porque realmente cree que en él están todas las respuestas, se regocija en sí mismo y sus visiones.

Como decía Og Mandino en su Desiderata “El que se tiene por maestro a sí mismo, tiene por docente a un tonto.”

El yo Trascendental   
Es un impulso creador que conlleva el liderazgo, es capaz de proyectarse y encontrar lugares comunes en los pensamientos ajenos, pudiendo asumir posiciones que si bien no le benefician en nada, o tal vez hasta pudieran perjudicarle, es capaz de priorizarlas.

Se traduce en un tipo de conciencia emocional capaz de priorizar el bienestar para otros, y está más cercana a la capacidad de sentir amor, compasión y otras emociones que involucran a las otras personas.

Puede valerse de ese poder para mover masas, porque es capaz de capitalizar emociones y sensaciones, ya que su poder mental no se limita a una frontera personal.

Su proyección eleva su radio de acción, puede sentirse cómodo y resuelto estando solo o en presencia de otros con ideas radicalmente diferentes a las suyas o con sus semejantes.

Su estado emocional le permite tener una visión más amplia de las consecuencias de sus impulsos y actos, no actúa sin pensar y medir, ya que su pensamiento está bajo sus órdenes y no al contrario.

Tiene el poder de pasar desapercibido cuando lo desea, imponerse, y hacer profundas rupturas de estados emocionales colectivos.

Los dos yo cara a cara
Mientras uno es pequeño, limitado y limitante, el otro tiende a la universalidad, pudiendo incluir e incluirse.
Frente a la eterna búsqueda del hombre de su inmortalidad, pareciera que el yo trascendental es una fuente de la misma, ya que logra mantenerse vivo pese a la desaparición física de su productor. Mientras el otro pensamiento, más limitado, tiende a extinguirse con las necesidades y deseos de su dueño.

Libros como Siddartha de Hermann Hesse nos muestran  como sus protagonistas pueden viajar de un estado emocional hasta otro, logrando una transformación significativa y beneficiosa.

Sin duda mi percepción es que debemos hacer esfuerzos para lograr esta transformación, siendo garantía de valores sublimes como la Paz, el Amor, y el Respeto.