jueves, 25 de diciembre de 2008

La Natividad del humilde…

Cielo de Caracas. Fotógrafo: Shauki Expósito


El 23 de diciembre como a las 9 de la noche me tocó tomar un taxi, y soy de los que suelo sacarle conversación al taxista, porque me parecen un termómetro claro y preciso del sentimiento que tiene la mayoría de la gente. Ellos en sus carros transportan a cientos de personas que opinan, hablan, y toda esa información se queda con ellos. Por eso yo no pierdo la oportunidad de robarles un poco del poder que tienen en su mano, de esa importante información.

Conversación de luces
En nuestra conversación, comenzamos a hablar del frío de diciembre, que en Caracas se denomina Pacheco, por la vida de un personaje de la época colonial caraqueña, que cada primero de diciembre, cuando empezaba a pegar el frío en Galipán, una zona de la montaña El Ávila que bordea a Caracas, el señor agarraba sus flores y bajaba a lo que es hoy la Plaza Bolívar, centro de la ciudad. Entonces todo el mundo decía “Llegó Pacheco”… y por costumbre la gente asoció al frío con Pacheco, así hasta nuestros días…

Del frío de la temperatura al de la navidad
Del tema del frío no salimos en la conversación, lo que hicimos fue cambiar de objetivo, porque en un giro brusco de lo que conversamos, el taxista me dijo “Seguro salga a trabajar el 24 y el 25, porque de verdad que estas fechas para mi ya no tienen mayor importancia, estas fechas son pa` los carajitos”…
Carajitos en Venezuela es una forma, entre tierna y despectiva, para denominar a los niños que son jodedores, y niño que no es jodedor no es niño, así que denomina a todos.
Me dejó un poco impactado la forma como el taxista bloqueaba todos el torrencial aguacero de sentimientos que puede conllevar una fecha como la de diciembre. Porque decir que no quiere celebrarlas es una cosa, pero decir que no tienen ningún tipo de valor, que hasta el dinero del trabajo está por encima de ellas, es como para preocuparse.
En ese momento me sentí como un doctor que está frente a una radiografía y ve una vaina tan jodida (algo muy malo en la placa), y dice “coño, ¿qué pasa acá?”. Yo estaba delante de la radiografía del sentimiento caraqueño.

Se nos van las ganas…
En ese momento me acordé de un comentario de un buen amigo psiquiatra, que hace no mucho me decía que era impresionante la cantidad de ansiolíticos y antidepresivos que se estaban consumiendo en la ciudad.
De por si es normal que una urbe enferma, pero necesaria, como Caracas, genere una gran cantidad de problemas, tanto personales como sociales. Es como una máquina que hace cosas maravillosas pero para ello arroja mucha basura como residuo, igual es Caracas en todos los sentidos. Pero entre los ciudadanos de esta urbe está pasando algo más…
Inmediatamente le pregunté con una afirmación al Taxista, ¡bueno, pero por lo menos tenemos salud y nos sentimos bien en estas fechas para trabajar! A lo que me respondió lo que esperaba. “Bueno salud no, he estado con muchos dolores y tensión, estoy tomando un medicamento que me envió el doctor, tiene un nombre raro, como Taffil o algo así”
Es tal la depresión y ansiedad de una comunidad, que en las calles se siente una copia exacta de esta conversación entre un taxista y un periodista metido.
Desde que llegó la navidad a la ciudad, la gente ha puesto con desdén sus adornos, y las ventas de todo tipo de cosas materiales ha sido lenta y fría. Al punto de que en uno de los Centros Comerciales caros de la ciudad, el Sambil, se podía comprar en casi cualquier tienda, porque había rebajas de hasta 60%.
Caracas se veía el 24 de diciembre en la mañana de esta forma: Mucha gente trabajando, corriendo para comprar cosas para los niños. Pero la cosa va más, tiene que ver con las emociones de la gente.

¿Qué afecta a los Caraqueños?
A los ojos pocos perceptivos de todos los políticos de oficio, opositores y de gobierno, se les está escapando la situación emocional del caraqueño.
El venezolano ha sido sometido durante los últimos años a un sin fin de enfrentamientos políticos, por problemas entre grupos de poder que quieren mantenerse o tomar el gobierno. Mientras estos grupos se enfrentan, los comunes, el pueblo, ha tenido que fijar posición, mover sus emociones hacia uno de los bandos obligatoriamente. Ilusionarse, desilusionarse, sufrir duelos por muertes en enfrentamientos políticos, duelos morales e intelectuales, atropellos de ambos lados y la inseguridad del enfrentamiento entre bandos.
Al punto de tener que decir “mientras como en este restaurant no voy a hablar de política, no vaya a ser que me acuchillen acá o me lancen un plato”.
En estos enfrentamientos la gente ha sido sometida, obligatoriamente una y otra vez, a veces 2 ocasiones por año, a tener que votar “democráticamente” por uno de los bandos… Coloco democráticamente entre paréntesis, porque la democracia debe traer paz, y no someter a los ciudadanos una y otra vez a reivindicar su posición política.
Este estrés de elecciones continuas sin sentido ya tiene a la gente embotada, fuera de si misma, obstinada.
A esto se suma la creciente y constante inseguridad pública, la delincuencia apoderada de las calles, y cuando hablamos de delincuencia no sólo hablamos de ladrones, mencionamos a traficantes de drogas, estafadores, comerciantes ilegales, rematadores de caballos, bandas armadas enfrentadas en barrios, secuestradores, ladrones electrónicos, sicarios y profesiones afines.
Eso, sumado a los problemas personales comunes, las presiones laborales en un país que puede definirse hoy en día como INSEGURO en todos los aspectos, es un escenario perfecto para los vendedores de antidepresivos y ansiolíticos.



Tratando de depurar
Evaluando todo el panorama, creo que lo único que podemos hacer los caraqueños es tratar de depurar, así sea dándole unas buenas navidades a los niños, saliendo a pasear (aunque esto sea un riesgo), relajándonos, tratando de convertir espacios en zonas de relajación y calma, construir esos rincones donde podemos sentirnos seguros, tranquilos y en paz.
A su vez, recordar que estas fechas justamente significan la venida al Mundo del redentor, y es oportunidad de liberarse espiritualmente de cargas, y ofrecerle a ese niño Jesús nuevamente nuestras fuerzas, poner en sus manos nuestros problemas, y seguir adelante por tratar de construir su reino en una ciudad tan desbastada emocional y moralmente, como lo es Caracas.

3 comentarios:

Anis Estrellado dijo...

Tienes razón. Por ejemplo en el aeropuerto o en los terminales de autobuses, las personas andan con maletas y caras antipáticas (a pesar de salir de viaje). La causa es la misma: agotamiento. Agotamiento de la rutina, de las presiones, de la tristeza, de las cargas personales, de la situación económica que se siente en los bolsillos. Por todos lados te anuncian "enmiendas" o "reducción de cupos de dólares", también están los "comités de defensa contra enmiendas" y "ese señor está loco".
Esta situación contrasta con los adornos, compras o cánticos propios de las fechas navideñas. Si bien no se respira un "ambiente navideño" está de parte de cada uno de nosotros inspirar a la esperanza. Es la única salida para no ser fármaco-dependiente.

Mac Dubh dijo...

Navidad no es sinonimo de obligación de sentir...sería mucho mejor entonces que navidad fuese los 365 días del año..Feliz 2009 peque

Mac Dubh dijo...

Hoy me entere que abandonaste ese mundo común que tu y yo sabemos y que no mencionare aquí.. ohhh se te echa en falta, cuídate