Tomado de: http://www.audistico.es/yoga/
Tenía tiempo sin escribir por estos lares, múltiples obligaciones, el trabajo matador de periodista, algunos planes personales, compromisos y la vida misma atentaron contra mi férrea voluntad de escribir por lo menos una vez al mes en este espacio, pero he vuelto.
Y como cualquier regreso, he venido a mi casa cargado de anécdotas, historias y mensajes, que ahora mismo, no sé cómo voy a soltarlos, pero los dejaré caer de a cuenta gotas en este blog, donde publico lo que no puedo escribir en otras partes.
Hoy estuve pensando en ¿por qué representa una pesadilla el año 2012 para algunos seres humanos, más allá de las predicciones de los indios Hopi y los Mayas, ¿Qué los hace temblar si se acaba el mundo?
Ponerse en los zapatos del otro
Existe una característica que siempre me ha criticado una amiga y colega, que llegué a pensar que era un defecto, y entendí que era una gran virtud para mis dos vocaciones; la de Periodista y la de Educador.
Es ese reflejo e instinto natural que tengo para enseguida ponerme en los zapatos del otro, y comenzar a preguntarle por todas aquellas cosas que van completando su historia de vida.
Es como si me dieran permiso con una linterna para auscultar hasta el rincón más profundo de su cerebro. Y mientras reviso, me voy sintiendo como el otro, y entendiendo lo que piensa, cree y padece.
Teniendo esta capacidad, me doy cuenta que nos hemos vuelto insensibles. Creemos que con 4 libros de autoayuda, dinero, y un buen empleo, más dar dos limosnas al mes, ya hemos conseguido el Reino.
Estamos haciendo lo mismo que hacían los ricos en el Medioevo, dando dinero a la iglesia para lavar las culpas.
Y es allí que se encuentra nuestro temor vivo, porque sabemos que realmente somos CULPABLES.
“Si ante las injusticias, has decidido callar, te has puesto del lado del tirano”
Siglos haciendo silencio mientras grandes pirañas transnacionales engordaban sus arcas personales de dinero, a costillas, y a veces la vida, de cientos de miles, sobre todo los más necesitados.
Tememos porque hemos acabado con la relación natural con el planeta, y lo sabemos, y ni Bryan Weiss, ni Yoga For Dummies podrán salvarnos.
En el fondo nos sentimos profundamente culpables, y atemorizados de que se nos castigue como merecemos, porque hemos violentado al Universo.
Teme, pero que el temor te transforme
El que teme se paraliza, y repite una y otra vez su temor, busca salidas inmediatas a su miedo, pero en este caso, la salida es acción.
Hemos cortado el cordón umbilical con el mundo, la Tierra se nos hace extraña, pisamos concreto con goma y abandonamos la grama con piel, respirar es un lujo, y comer sano se le llama gourmet.
Es evidente, el temor implica cambios, pero los cambios son grandes y nos da mucho miedo abandonar todo. Como hizo San Agustín o la Madre Teresa de Calcuta, dejarlo todo por otra vida. Eso se lo dejamos a los santos.
Lo mejor que podemos hacer en este tiempo, es levantarnos cada mañana y preguntar: ¿Qué puedo hacer para que mi forma de vivir y habitar el planeta cambie?
Seguro encontraremos miles de respuestas…
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