martes, 22 de abril de 2008

La Humildad es desprendimiento

Esquina de Amadores. La Pastora, Caracas. Foto tomada de: http://www.tiwy.com/

Hoy tuve un sueño rarísimo, estaba en la calle a punto de tomar un taxi para ir a una oferta de trabajo cuando pasó un carro muy viejo, muy parecido a un Sedan Dodge de 1949, lo tomé sin ningún tipo de objeción, y comenzamos a rodar.
Mientras hablábamos de esas conversas que siempre saca uno con los taxistas, me di cuenta que el señor mayor que conducía tenía un acento muy familiar, era Canario.
Lo raro del sueño es que no sé por qué vinimos a parar a La Pastora, una zona de Caracas totalmente contraria a la que supuestamente iba a ver el empleo.
Conversando entre las calles de La Pastora, el señor me preguntó si había comido, porque en su casa su esposa lo esperaba hoy con una comida típica de Canarias, yo le dije que no había almorzado, y entonces me invitó a comer a su casa.
No conozco mucho La Pastora, pero este sitio no creo que exista, era debajo de un elevado larguísimo donde había un mercado muy antiguo y algunas casas muy bonitas con materos de piedra con Sábila cerca de las puertas, casas de madera y ladrillo muy viejas, con las paredes comidas por fuera por el hollín y la humedad.
En la calle un olor a pescado mezclado con perejil y olores de azafrán, canela y café, se hacían más y menos fuertes.
Fui invitado a pasar a una casa, de todas la más sencilla, donde estaba una señora mayor cocinando con un rostro muy limpio y alegre, manteles de colores contrastaban con una cafetera verde, fuente del olor a café recién hecho, y en el fondo de la cocina la jaula de un Loro que cantaba y reía.
Lo más extraño es que no fui presentado, me senté y charlamos como si nos conociéramos de toda la vida, comí, y el señor muy orgulloso me presentó a su nietita menor de 8 años, una niña muy viva con un vestido blanco con flores lilas bordadas y una sonrisa muy parecida a la de la doña de la casa.
A la salida me dio la bendición y me deseó suerte, salí por la calle y llegué a una avenida donde me esperaba un taxi nuevo con un señor uniformado que me dijo “¿tú vas para La Urbina, no?, vamos te estaba esperando” Me monté y me dio su tarjeta para pasarme recogiendo luego de la entrevista, y con el carro rodando por la Av. Bolívar me desperté de este extraño sueño…

La Humildad
Me levanté y pensé en dos cosas, la primera en mis abuelos, que tienen más de 10 años viviendo en su tierra a 10 mil kilómetros de distancia, y a quienes extraño con locura. La segunda en la palabra Humildad.
¿Qué significa ser Humilde? Y ¿Por qué siempre se le relaciona con la Pobreza?, para satisfacer mi curiosidad voy directamente al diccionario, y encontré una definición realmente hermosa que tomo textual “Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”. Aparte de ser antónimo de Nobleza y Opulencia.
Me encanta que el Diccionario reafirme tantas cosas de la vida, porque estoy definitivamente seguro que la Humildad es una Virtud muy poco practicada y que radica esencialmente en acercarse a la felicidad a través del reconocimiento pleno de nuestra naturaleza, con sus limitaciones y sus capacidades, pero lo más importante, es que el humilde obra, construye con su forma de vida.
Universalmente se le relaciona con la pobreza, por una sencilla razón, es más fácil descubrir y cultivar la virtud de la Humildad desde la carencia. El no tener nada o muy poco con que alardear y presumir nos acerca a darnos cuenta de nuestra capacidad de ser Humildes. Es en el rostro de los que tienen poco donde renace la verdadera naturaleza del hombre y su posibilidad de escoger entre el camino de la Humildad o el de la Vileza.

No confundir Humilde con Vil
Pasa frecuentemente ante los ojos de los que ven en los que tienen menos a unos discapacitados, que las personas en su afán por sanar sus deudas con Dios y los otros, ven de forma confusa a los pobres.
Ser pobre no es ser menos, ser menos es ser Vil, mediocre y realmente marginal.
La marginalidad es la primera decisión que acerca a las personas a la Vileza, y no se refiere solo a los pobres, involucra a todo aquél que antes de tomar el camino de la Humildad, decide irse por el más fácil.
Ser Humilde es ser sencillo y no simple, y este es otro error, ser sencillo es ver las cosas sin complejidad, con cotidianidad. Ser simple es no tener nada de peso que decir ni hacer.
Por último, el Humilde no espera a que le den algo en las manos, espera es oportunidades para aportar, en cambio el Vil pide limosna, roba, engaña y utiliza cualquier treta para conseguir lo que quiere, puede ser un aumento de sueldo, un negocio, una casa, no hay límites para el Vil, para el Humilde si existen, los marca la presencia de los otros.

Desarrollar la Humildad
Es un cuesta arriba para los que suponen tener cosas de valor, porque todas esas cosas impiden o dificultan la visualización de sus limitaciones. He conocido muchas personas que teniendo muchísimo dinero han logrado desarrollar esta virtud, para los cuales el éxito de ser Humildes vale mucho más que para los que no tienen nada.
Creo que después de ver y conocer a la Humildad, mi consejo para desarrollarla es el desprendimiento de las cosas, no es regalar todo lo que tienes, más si es ponerlo al servicio y a la orden del otro. A veces pienso, tanta gente tratando de tomar agua de un charco con las manos, mientras hay millones de tazas colgando inertes y llenas de polvo en repisas y estantes de miles de hogares, en un sin sentido de querer acaparar y acumular cosas para poseerlas, tener algo y así ser alguien.
Desprenderse no es regalar, es compartir, y no es fácil entender el delgado límite entre una y otra cosa.

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