Imagen tomada de : http://z.about.com/d/dogs/1/0/W/h/Quinnstaffiesofa.JPG
Como todas las mañanas la señora María se levantó temprano para mandar a sus dos hijos, con lonchera en mano y bien arreglados para el colegio, preparó el almuerzo de su marido y lo metió en una vianda, mientras este buscaba como loco el sencillo para el ticket del metro…
Pasado el terremoto de las 6 de la mañana, cuando por fin quedó sola, desayunó media canilla con queso y jamón y un vaso de jugo de naranja mientras trataba de entender el horóscopo del día, cuando se acordó que había que sacar a pasear a Caramelo…
Hablar de Caramelo, es como narrar los últimos años de María, llegó a la casa casi por error, después de que un amigo de su hijo mayor se lo regalara, es un perrito encantador, al principio era chiquitico y pensaron en la casa que no crecería, pero el cachorro de Pitbull se convirtió en un monstruito tierno de 35 kilos.
Caramelo ha acompañado los años más duro de María, sin amigas que la frecuenten, casi como una esclava de sus hijos y esposo, con poco ánimo de hacer cualquier cosa, en puertas de la menopausia, su amigo fiel es el flojo y meloso de Caramelo.
Con las llaves en la mano, María menea la cadena en el aire, y de inmediato se escucha el tropel de un caballo con ladrido que viene a la puerta meneando la cola… Sabe que va a salir con su ama…
Todo parece encantador en un día con algo de sol en Caracas, María se dispone a cruzar hacia el Paseo de los Ilustres, cuando de golpe, de la nada, tres sujetos mal encarados y armados la rodean…
En segundos María reacciona soltando la cartera y diciendo que no tiene más dinero para dar, pero para su sorpresa uno le dice, “La cartera no vieja, dame el perro”… y Arrancándoselo de
la mano, comienzan a correr jalando al pobre Caramelo al peor de sus destinos, mientras ladra y llora.
Para María hubiera sido mejor que le clavaran un par de tiros, pero peor es para Caramelo, que terminará sus días caninos peleando con otro Pitbull en alguna arena improvisada de peleas caninas…
Una mordida
Para proteger la privacidad de las personas afectadas, los actores de este triste relato no se llaman como en la vida real, aunque el cuento es casi fiel a lo sucedido en esta ciudad, que en algún momento fue el paraíso de lo posible, y hoy es el infierno de lo imposible.
¿Pero de qué me sorprendo?, si matan niños para robarlos, si los drogan para secuestrarlos, hay sicariato en nuestras calles, y la vida vale un par de zapatos o simplemente una mirada que no le guste al asesino. ¿Qué roben a un perro que tiene que extraordinario?
Y es que últimamente el corazón y el estómago se nos está volviendo muy tolerante, y por eso estamos viendo como cotidiano, lo más infame.
A la Caracas de los Techos Rojos y los Caballeros sólo le quedan las fotos y los recuerdos de cuando acá vivían gente con corazón, y no la gente que ahora la habitamos.
Porque todos, y me incluyo, de los que convivimos entre Petare, Catia y Tazón nos estamos volviendo de dos tipos de personalidades muy marcadas… O los “vivos” que están en una onda agresiva y se imponen a todos, o los “pendejos” que nos tragamos las transgresiones…
La pregunta es ¿hasta cuándo podremos vivir así?
¿Y las autoridades qué?
Caracas tiene años sin autoridad, acá no hay ley y menos quien la dicte y de el ejemplo. Aunque el papel lo aguanta todo, y hay Ordenanzas de convivencia ciudadana en todos los municipios y en la ciudad, acá cada quién hace lo que le da la gana.
Desde las ya famosas Arenas de Perros, en las que los animalitos dejan la vida, a veces hasta avivados por las drogas, el alcohol y el maltrato, hasta la delincuencia que hace lo que le da la gana.
Y llamar a la policía es más enfermedad que remedio, si llegan después de una hora, vienen con un cuento encima, que es mejor ni llamarles. Creo que es más fácil llamar a los malandros, denominación que han ganado los ladrones en Venezuela, y negociar con ellos directamente.
Una patita vale la pena
Aún con la indignación que cargo por esta historia, pienso que ante el caos de ciudad que se nos ha armado la Caracas “y que bonita”, lo mejor que podemos hacer es joder…
Si, así lo oyó y así se dijo, jodamos mucho a la policía, a los concejales, a la alcaldía, reventemos el teléfono de los entes de seguridad de la ciudad cada vez que veamos un acto delictivo.
Seguramente no harán nada, pero en algún momento querrán seguir en paz y tranquilidad con su nada que hacer, y dirán “mejor como que hacemos alguito para que no nos jodan tanto”.
Si es usted testigo de una arena callejera de perros, un grupo de carajitos sin oficio que anden robando, denúncielos sin miedo.
Seguro usted dice, “es que si lo denuncio sabrán que fui yo”, y ese es el problema que tenemos que vencer, porque como todos nos hemos vuelto cómplices de la vagabundería y la delincuencia, si alguien denuncia es fácil de identificar.
Así que si es testigo de un acto criminal como este, no sólo llame a la policía y las autoridades, utilice su mejor arma… esa que usa para otras cosas, ¡¡CHISMEE!!...
Si, si, cuéntele a las viejas del barrio, a los que venden el pan, a los de la esquina, a todos, y que todos se lo cuenten a otros, y llamen a la Alcaldía, Policía y demás… Es más métale alguito extra como hace sobre los cachos de la vecina a su marido, con eso como que la cosa tomará mayor grado de importancia.
Ya sabe, ante la delincuencia y la violación de los derechos de los animales en Caracas, Chismee, y joda a las autoridades.
Pasado el terremoto de las 6 de la mañana, cuando por fin quedó sola, desayunó media canilla con queso y jamón y un vaso de jugo de naranja mientras trataba de entender el horóscopo del día, cuando se acordó que había que sacar a pasear a Caramelo…
Hablar de Caramelo, es como narrar los últimos años de María, llegó a la casa casi por error, después de que un amigo de su hijo mayor se lo regalara, es un perrito encantador, al principio era chiquitico y pensaron en la casa que no crecería, pero el cachorro de Pitbull se convirtió en un monstruito tierno de 35 kilos.
Caramelo ha acompañado los años más duro de María, sin amigas que la frecuenten, casi como una esclava de sus hijos y esposo, con poco ánimo de hacer cualquier cosa, en puertas de la menopausia, su amigo fiel es el flojo y meloso de Caramelo.
Con las llaves en la mano, María menea la cadena en el aire, y de inmediato se escucha el tropel de un caballo con ladrido que viene a la puerta meneando la cola… Sabe que va a salir con su ama…
Todo parece encantador en un día con algo de sol en Caracas, María se dispone a cruzar hacia el Paseo de los Ilustres, cuando de golpe, de la nada, tres sujetos mal encarados y armados la rodean…
En segundos María reacciona soltando la cartera y diciendo que no tiene más dinero para dar, pero para su sorpresa uno le dice, “La cartera no vieja, dame el perro”… y Arrancándoselo de
la mano, comienzan a correr jalando al pobre Caramelo al peor de sus destinos, mientras ladra y llora.
Para María hubiera sido mejor que le clavaran un par de tiros, pero peor es para Caramelo, que terminará sus días caninos peleando con otro Pitbull en alguna arena improvisada de peleas caninas…
Una mordida
Para proteger la privacidad de las personas afectadas, los actores de este triste relato no se llaman como en la vida real, aunque el cuento es casi fiel a lo sucedido en esta ciudad, que en algún momento fue el paraíso de lo posible, y hoy es el infierno de lo imposible.
¿Pero de qué me sorprendo?, si matan niños para robarlos, si los drogan para secuestrarlos, hay sicariato en nuestras calles, y la vida vale un par de zapatos o simplemente una mirada que no le guste al asesino. ¿Qué roben a un perro que tiene que extraordinario?
Y es que últimamente el corazón y el estómago se nos está volviendo muy tolerante, y por eso estamos viendo como cotidiano, lo más infame.
A la Caracas de los Techos Rojos y los Caballeros sólo le quedan las fotos y los recuerdos de cuando acá vivían gente con corazón, y no la gente que ahora la habitamos.
Porque todos, y me incluyo, de los que convivimos entre Petare, Catia y Tazón nos estamos volviendo de dos tipos de personalidades muy marcadas… O los “vivos” que están en una onda agresiva y se imponen a todos, o los “pendejos” que nos tragamos las transgresiones…
La pregunta es ¿hasta cuándo podremos vivir así?
¿Y las autoridades qué?
Caracas tiene años sin autoridad, acá no hay ley y menos quien la dicte y de el ejemplo. Aunque el papel lo aguanta todo, y hay Ordenanzas de convivencia ciudadana en todos los municipios y en la ciudad, acá cada quién hace lo que le da la gana.
Desde las ya famosas Arenas de Perros, en las que los animalitos dejan la vida, a veces hasta avivados por las drogas, el alcohol y el maltrato, hasta la delincuencia que hace lo que le da la gana.
Y llamar a la policía es más enfermedad que remedio, si llegan después de una hora, vienen con un cuento encima, que es mejor ni llamarles. Creo que es más fácil llamar a los malandros, denominación que han ganado los ladrones en Venezuela, y negociar con ellos directamente.
Una patita vale la pena
Aún con la indignación que cargo por esta historia, pienso que ante el caos de ciudad que se nos ha armado la Caracas “y que bonita”, lo mejor que podemos hacer es joder…
Si, así lo oyó y así se dijo, jodamos mucho a la policía, a los concejales, a la alcaldía, reventemos el teléfono de los entes de seguridad de la ciudad cada vez que veamos un acto delictivo.
Seguramente no harán nada, pero en algún momento querrán seguir en paz y tranquilidad con su nada que hacer, y dirán “mejor como que hacemos alguito para que no nos jodan tanto”.
Si es usted testigo de una arena callejera de perros, un grupo de carajitos sin oficio que anden robando, denúncielos sin miedo.
Seguro usted dice, “es que si lo denuncio sabrán que fui yo”, y ese es el problema que tenemos que vencer, porque como todos nos hemos vuelto cómplices de la vagabundería y la delincuencia, si alguien denuncia es fácil de identificar.
Así que si es testigo de un acto criminal como este, no sólo llame a la policía y las autoridades, utilice su mejor arma… esa que usa para otras cosas, ¡¡CHISMEE!!...
Si, si, cuéntele a las viejas del barrio, a los que venden el pan, a los de la esquina, a todos, y que todos se lo cuenten a otros, y llamen a la Alcaldía, Policía y demás… Es más métale alguito extra como hace sobre los cachos de la vecina a su marido, con eso como que la cosa tomará mayor grado de importancia.
Ya sabe, ante la delincuencia y la violación de los derechos de los animales en Caracas, Chismee, y joda a las autoridades.
3 comentarios:
Que asco de cabrones. Pobre animal. Si odiarles ayudase en algo, desde aquí que sepan que ojala revienten y se pudran en el lugar que mas odien
Gracias por ese comentario!, es increible hasta donde puede llegar la maldad y la desconsideración... La delincuencia es un Cáncer que se puede comer toda una sociedad en poco tiempo.
Ai qe feo!
Yo tengo una rottweiler qe la amo con el alma y es re tierna.
Pensarlo como si le hubiera pasado a la mia me ROMPE el corazon :'(
Publicar un comentario