viernes, 19 de noviembre de 2010

La alegría de pensar



De niños, pensar es algo tan común que pasa desapercibido a los ojos. Foto: Internet.

Pasan los días, y las experiencias, y de cada una la recompensa que alimenta al pensamiento. Sin él no tendría sentido la vida para el hombre, sería demasiado débil ante otras especies.

Tiempos de retos

El Mundo ha cambiado en esta decena de años, de nada vale trabajar, ahora es necesario el compromiso. Y era de esperarse, ¿no?, ¿hasta cuándo trabajar sin saber para qué?, los tiempos traen despertares y también tinieblas, habrá quién asuma los tiempos ó quién pase como sombra por ellos.

Una frase rodando

Un viaje largo y un buen amigo, faltaba el libro y todo era perfecto. En el camino el compañero dice una frase que aún está rodando en mi mente, aunque el viaje ya haya parado.

“nos educaron para ser esclavos de otros, para trabajarles y hacerlos ricos. Nunca para ser triunfadores, ni emprendedores, y eso tiene que cambiar, esa es la revolución del pensamiento”

Mi compañero de viaje es líder comunitario, y un excelente promotor y educador, y sin duda me permitió reencontrarme con mi sentido de vida a través de su frase.

Y usted, ¿nació tan limitado como para vivir siendo la sombra de alguien que se lleva sus méritos y logros para su bolsillo?

La envidia y la mediocridad

No están juntas por capricho, se rascan mutuamente, y al rozarse se reproducen infinitamente como esporas cargadas de veneno.

La envidia no es más que el sentimiento de poseer lo que no se tiene por ser mediocre.

Durante siglos se consideró mediocre al pobre, y no hay nada más absurdo que esa idea, porque quienes la creían consideraban que lo que no se tiene es material, y no es así, lo que no se tiene es el talento.

El mediocre carece de las herramientas propias para lograr las cosas, no tiene que ver con bienes materiales, tiene que ver con capacidades.

Sería interesante hacer un trabajo de grado sobre la relación entre la mediocridad en el rendimiento como persona, y la envidia, pero es difícil que alguien confiese, no su mediocridad, sino que alguna vez ha sido envidioso.

De todas formas la envidia es un boomerang, como va, regresa con igual fuerza.

La vida no es una vía recta

Aún recuerdo las palabras de una persona, padre de un ser especial, durante una cena…

“mi hija seguirá el camino justo, ese que debe seguir, el recto”

Aún hoy pienso igual que esa noche, el camino recto no existe. Recuerdo aquella explicación que me daba el Padre Elías sobre el camino recto que va al infierno y el de curvas que lleva al cielo, ahora le entiendo.

No existe un camino correcto, la vía la decide usted, y en la medida en que el camino se vuelve más complejo, más se aprende y más se disfruta.

Dando clases recordé este episodio, más cuando me di cuenta de la cantidad de alumnos que tengo con ganas de alcanzar sueños, y que se encuentran estudiando una carrera porque no pudieron entrar en la que directamente les llevaba a su objetivo.

A ellos les dije, los sueños no tienen un lugar ni fecha definida, existen diferentes caminos que nos llevan a alcanzarles. Y les insisto si leen esto, ¡sigan soñando!, no se detengan, pero caminen hacia sus sueños.

Sin vida

Tengo un sustico en el corazón, es por una imagen que me impactó en estos días. Y que me hizo recordar aquella frase de San Agustín que decía “Es la vida que se vive sin vivir. Hay muertos que caminan…”

En estos días me ha tocado compartir con un “ente”, es un ser que no se inmuta con nada, pareciera que nada le da placer, no ayuda a nadie, es incapaz de colaborar con su entorno, mal trabajador, mal compañero, mala persona, y me entero que tiene 10 años más que yo y es soltero.

Pensé que nunca vería a alguien así, y es un espejo para uno evaluarse, y preguntarse ¿Soy un muerto que camina?, ¿cuánto he hecho para estar vivo?.

Una vuelta al parque

Luego de soltar esta especie de reflexión transitada por unas cuantas copas, que realmente tengo tiempo sin probar, me despido para darle una vuelta al parque de la vida, y en unos días volver con algunas historias locales que se vuelven mundiales. Cuentos de un caraqueño vistos desde el amor por la vida.

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