El deseo desgasta |
Las cosas que hemos inventado para facilitar nuestra vida se
desgastan con el tiempo, en una curva que todos bien conocemos. ¡Es la
naturaleza de la vida! aseguramos, tenemos que nacer, crecer, reproducirnos y
morir; y así pasa con todas las cosas que creamos.
Seguramente, ustedes que leen han sido expertos en esto de
la curva de la vida, nuestro trabajo y nuestra existencia se rigen por ella. Y
como ustedes bien saben lo ideal es prolongar en el tiempo aquel instante en el
que nuestra curva de existencia se encuentra en el momento más espléndido,
porque luego de ello viene la depreciación, comenzamos a decaer, entramos en
caos, se aproxima la desaparición.
Hay quienes, no teniendo la capacidad de saber cuando es su
momento más espléndido, prefieren vivir la vida al máximo, consumiéndose como
un cometa. Otros tienen esa habilidad de planificarse, y logran hasta calcular
el momento de su fin.
Pero ninguno toma en cuenta un factor importante que afecta
el tiempo de la existencia misma de las cosas. Es el deseo.
Claro, no lo vemos porque forma parte de nosotros, es la
enfermedad que no queremos saber que existe. Pero que tarde o temprano nos
consume.
El deseo corroe, deseamos sin parar y eso desvanece las
cosas… Deseamos tener carro, tener casa, tener cosas, sin pensar en las
consecuencias de lo que deseamos.
El problema es que el efecto del deseo individual es para
todos. Deseamos tener cosas que nos simplifiquen la vida a costa del desgaste
del Planeta, deseamos cosas del prójimo a costa de su propia felicidad.
El deseo desintegra todo a
su paso, lo añeja y vuelve polvo. Es por ello que textos sagrados en la
mayoría de las religiones lo condenan. Porque el deseo es el camino más próximo
a la extinción.
El deseo, ese que usted posee, de alcanzar cosas, a lo mejor
lo ve sanamente porque no ha perjudicado a nadie, pero lo que usted no sabe es
que le ha empezado a oxidar el alma, la mente, secándolo como una pasa, como
una ciruela confitada.
Usted dirá, entonces ¿qué sentido tiene la vida sin deseo?,
ese es un buen punto de partida para darle otro sentido a su vida, por ejemplo
una existencia de servicio, o de contemplación del mundo. Existen cientos de
caminos menos desgastantes que el del deseo.
El deseo es tan penetrante que, seguramente cuando a usted
le preguntan quién es, responde desde sus deseos y no desde sus cimientos.
¿Quién es usted?, un reconocido abogado, un exitoso médico,
un multimillonario empresario, un poderoso político. ¿Seguro?
El deseo recorta el tiempo de nuestra existencia, porque nos
consume, como consume a las cosas.
Deseé una casa aunque para ello tuviese que dejar sin techo
a cientos, deseé comer lo que estaba en el plato de otro aunque para ello
tuviese que levantarlo y dejarlo sin comer, deseé tener un carro aunque para
ello tuviera que contaminar el aire de nuestros hijos, deseé tener poder aunque
para ello tuviera que pisarte…
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