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Lo confieso, sin ningún pudor, me considero sumamente flojo para las tareas cotidianas. Desde pequeño mi mamá me intentó inculcar el amor por cosas que ella hacía todos los días con pasión, sin ningún éxito en su cometido. Para mí es una tortura desde lavar un plato hasta amarrarme las trenzas, lo encuentro tan poco interesante que termina aburriéndome.
Para suerte de la humanidad, mi flojera ha sido reemplazada por mi conciencia, lo que me permite superar pruebas como la de lavar mi ropa, hacer colas interminables o barrer con algo de alegría en el rostro.
Otro se encarga por ti
Recuerdo que en sus reclamos a diario mi madre insistía en su réplica, afirmando que yo lo que quería es que otro se ocupara de mis labores elementales. Y por dentro, con aquella actitud febril de la adolescencia de la cual aún perdura algo, pensaba “Dios te escuche, no sabes lo feliz que me haría tener a otro que hasta me vistiera”.
Esto sería una locura, seguramente piensa usted querido lector, pero leyendo por aquí y por allá me encontré con una nota de Virginie Montet de AFP, publicada el 24 de diciembre, en la que explica minuciosamente el tema de los “lifestyle manager”, o personas que hacen por dinero lo que tú no quieres hacer.
¿Te saco el perro?
Irónicamente, esas tareas de adolescentes sin dinero y con ganas de comprar una bicicleta o un juego electrónico, se han profesionalizado. Desde cortar el césped, limpiar la ropa, hacerte las trenza de los zapatos, hacer colas por ti, reservarte en restaurantes y cines. Todo lo hace un “lifestyle manager” que puede cobrarte entre 100 dólares diarios y 1200 mensuales por su paciente y esmerada atención.
Son empresas con un grueso de personal al servicio de usuarios adinerados y de poco tiempo libre para las tareas comunes, según citan las fuentes que entrevistó Montet en su artículo.
Ellos no sólo lo hacen por ti, sino que lo hacen bien, y te sugieren lugares y sitios donde pueden ir por ti a hacer sus tareas.
El negocio tiene su mercado ya establecido en Estados Unidos e Inglaterra. La frase: usted trabaja duro, vaya y descanse que yo lo hago por usted, está de moda en estos países.
Es lo mismo pero por Dinero
Esta historia me parece repetida, el hombre siempre está detrás de lo mismo, trabajar mucho para tener mucho y así intentar tener algún tiempo para dedicarse a sí mismo. Por esa razón fue permitida la esclavitud entre los presos de guerra durante los tiempos más remotos de nuestra existencia.
Y me pregunto, ¿esto no es esclavitud pero con el dinero de por medio?, bueno no hay latigazos ni maltratos hasta donde sabemos, pero es someter a otro a las cargas de nuestras más elementales funciones.
Y el que está trabajando para ganarse unos dólares haciendo nuestras labores cotidianas, ¿no merece y no persigue lo mismo que nosotros?, tener tiempo para su familia y sus cosas.
En este ciclo, los seres humanos seguimos anclándonos a elementos materiales como el dinero para tratar de ganar algo que ya tenemos adquirido desde que nacemos. Somos libres y felices, y nuestro objetivo de vida, lejos está de un lastre o una atadura a un bien material, en este caso unos pocos dólares.
Poniendo las cosas en orden
Muy mal veo esto, siendo yo el primer flojo con patente de corso, me parece atroz que otro haga lo que básicamente y moralmente debo hacer yo. Si no me queda tiempo para cepillarme los dientes o sacar a mi hijo a pasear, ¿no estaré yo viviendo mal mi vida?.
Quién se sirve de estos “esclavos pagos” no están más que sirviendo a su propia infelicidad, porque lejos están de encaminar su vida por el disfrute de cosas tan maravillosas como aprovechar su tiempo para sus tareas, y darle el justo peso a las cosas en su vida.
Que empresas como esta tengan éxito es un mal presagio para la humanidad, que no termina más que de seguir nadando en círculo. Crecemos para tener una profesión y un trabajo que nos de dinero, lo ganamos más mientras más arriesgamos nuestra vida y nuestra salud, y lo gastamos en tratamientos cuando envejecemos, y en el lecho de muerte, solo con nuestra imagen ya marchita es que decimos, jamás disfruté de mi vida con calma y con alegría.
¿Cuántas parejas maravillosas que se juraron amor eterno se conocieron en una cola para pagar el agua o el teléfono?, ¿A cuántos nos cambió la vida ir al supermercado o a una bodega?
Perdemos la magia de la vida, lo más sublime está en lo más pequeño y común, cuando esto se hace con amor.
Qué tan felices fuéramos si en vez de tratar de buscar razones para ser felices, o para entender lo supremo, nos dedicáramos a oírnos, a disfrutarnos, a convivir.
Creo que deberíamos devolver a la escuela a todos los “lifestyle manager” y a los que pagan por ellos. A ambos para enseñarles a estar pendientes de su propia vida y sus responsabilidades, y para educarlos sobre la importancia de sobreponer algunas cosas al dinero.
Un reto
A la vez, me causa curiosidad cómo funcionaría un “lifestyle manager” en Caracas, Venezuela. Es más, reto a uno que venga y trabaje acá, a ver cuánto dura. Nada más cuando tenga que hacer una cola para pagar la luz, el agua, el teléfono, el condominio, vivir el tráfico e ir al supermercado y tratar de conseguir leche, sacar al perro y evitar los delincuentes que tienen asediada a la ciudad.
Creo que esa prueba lo enseñaría a amar más su vida.
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