Una vez estando en el estado Zulia escuché a un grupo de muchachos discutiendo por cómo se iba a hacer la misa del domingo de resurrección. Entre gritos, risas y alharaca se escuchó una idea radical: “La haremos con Gaitas”. Todos aplaudieron la propuesta y se dedicaron a ensayar, mientras yo leía el periódico en plena plaza, para escapar del amable sol del Zulia.
Mientras iba por la sección de sociales, apareció el Párroco muy molesto, gritando como una cebolla en un sartén. ¡A quién se le ocurre hacer misa de resurrección con Gaitas!, refunfuñaba mientras de tanto caminar, abría un hueco en el jardín de la Parroquia.
A la llegada de los muchachos con todos los instrumentos para ensayar, el sacerdote paró la procesión musical, ¡No habrá Gaitas en mi Iglesia!- sentenció, a lo que una voz frágil y femenina del fondo señaló- Pero si lo decidimos todos- y entonces el Cura dijo –En mi Iglesia no se cantará ese ritmo infernal- y apareció uno de esos zulianos rajados, que sin dudar afirmó- El templo es de todos, vea Padrecito, además, ¿usted dónde estaba cuando todos votamos?, si no estuvo presente no puede patalear.
Nos tocaron las Gaitas y ni cuenta nos dimos
Así como al Padre de este relato, a más de tres millones novecientos mil venezolanos les dio igual el pasado domingo 2 de diciembre del año 2007, si su país se llamaba Venezuela o Benezuela, cuáles eran sus límites, su religión, su sistema de Gobierno. Le dio igual bajo qué acuerdo social iban a vivir. Muchos disfrutaban de playa, sol y arena, como dice una canción, mientras otros se comían las uñas pensando en el futuro de todo el país.
El 44.11% de todos los inscritos en el Registro Electoral prefirieron no votar, y ceder su derecho y deber democrático a los que si votamos.
Contra quién atentó el 44%
Sin duda es un misterio saber si la abstención afectó más al Gobierno que a la Oposición Venezolana. Yo me inclino a pensar más bien en que la tendencia se mantendría igual, porque es obvio que tenemos un país profundamente dividido en dos.
Pero las más de tres millones de almas que no fueron a votar, atentaron antes de contra cualquier poder político, contra ellas mismas y contra la oportunidad histórica de elegir a sus representantes.
Hasta hace nada, la humanidad no elegía a quién la gobernaba, era un designio divino emanado en el poder del Rey, que por sus venas corría sangre de otro color que lo hacía el elegido. Hasta que los Franceses pasaron a más de un monarca por “Le Guillotine” y demostraron que sangraban y morían igual que cualquier mortal.
Aún así, los Reyes perdieron sus tronos, pero lo ocuparon los nuevos señores, los que poseían un poder terrenal más fuerte que el celestial, los que tenían dinero, y a estos poco le interesaba que alguien los eligiera, ellos pagaban suficiente por tener todo el poder.
Mucho tardamos y mucha sangre costó borrar de Latinoamérica el concepto de que sólo unos pocos podían escoger a quién gobernaba. Pero todo ese esfuerzo parece no significar nada para las generaciones actuales.
Nos robaron la tambora
Por los discursos de ambos polos políticos, pareciera que el interés estaba centrado más en crear toda una atmosfera para reconocer sus “victorias virtuales” olvidándose de que en medio de sus calurosas y apasionadas palabras, desdibujaban la figura clave del árbitro de los comicios.
No debe ser fácil estar sobre una tabla de surf, y ver venir una ola de 9 metros y entonces mirar al fondo del agua y ver un tiburón. Más o menos lo mismo que ser presidente del Consejo Nacional Electoral de un país como Venezuela en estos momentos.
Dos grandes masas políticas peligrosas y activas que presionan para obtener la mayor cantidad de beneficios, una imagen cuestionada, y así y todo tener que dar unos resultados tan ajustados. Un minuto de silencio y un suspiro, y por la cabeza de Tibisay Lucena la idea “¿Y si lo que digo cambia, y si se arma la buena por estos resultados?” Muy corta la diferencia, muchas ganas de humillar al otro, de aplastarlo, y una enorme responsabilidad sobre los hombres y mujeres del CNE.
No es lo mismo ser novios que esposos, igual es en elecciones, no es lo mismo decir quién va ganando con 85% a quién lo va haciendo con 92% de votos escrutados, menos en elecciones tan reñidas.
Y no pudieron aguantar las ganas de salir, de ambos lados, los agoreros de la catástrofe, Sátrapas modernos que alzaban la voz para atreverse a humillar y cuestionar más la imagen de quién nos garantiza poder ejercer el voto en democracia, porque sin árbitro, ¿cómo elegimos? ¿A pedradas?
En unas elecciones cuentan las voces, y no hay nada “pírrico” ni “minúsculo” ni “avasallante” y “demoledor”, los adjetivos no caben en comicios, a la final quién gana, triunfa igual por 1 voto que por 1 millón.
Esto no queda acá
El panorama de estas elecciones nos deja un excelente sabor de boca a todos los sectores del país, porque se desmitifican muchas cosas, y sobre todo se rescata la importancia de muchas instituciones democráticas. Pero además nos deja claro el escenario de que el enfrentamiento entre Gobierno y Oposición, no se termina, ahora parece más bien avivarse. Mientras por un lado los victoriosos aseguran que harán nuevas exigencias al Gobierno, los perdedores amenazan por buscar la forma de imponer sus ideas, gústele a quién le guste.
Ambas ideas rayan en la radicalización, y una de ellas podría salirse del marco democrático, pero al parecer en este enfrentamiento, cada vez importa menos esa palabra.
Como una eucaristía
Eucaristhia, es la palabra que describe el concepto de sentarse como hermanos a compartir la palabra y el pan, un concepto que desde que se usó, jamás dividió a Judíos de Católicos. La Eucaristía incluye la comunión, que es simplemente la común unión de un pueblo ante su Padre.
Cómo una Eucaristía, así de sagrada y de importante es una elección democrática, aunque ambas se desdibujen con el pasar de los días en los espacios de nuestro Planeta.
El domingo 2 de diciembre, Venezuela asistió a una fiesta democrática, y hubo millones de venezolanos que no escucharon los cantos de “Sirena” de algunos gobierneros y opositores que parecieran preferir otra vía, y con sus votos le dijeron “No” a una reforma de su Constitución.
Sobre si era necesaria o no una reforma, y cuál era el camino al que llevaba la planteada, es tema de otra parranda. Digno de reflejar es el buen comportamiento de todos los venezolanos, ante todos los rumores que en otros tiempos, nos hubieran lanzado a la calle a matarnos unos a otros.
Mientras iba por la sección de sociales, apareció el Párroco muy molesto, gritando como una cebolla en un sartén. ¡A quién se le ocurre hacer misa de resurrección con Gaitas!, refunfuñaba mientras de tanto caminar, abría un hueco en el jardín de la Parroquia.
A la llegada de los muchachos con todos los instrumentos para ensayar, el sacerdote paró la procesión musical, ¡No habrá Gaitas en mi Iglesia!- sentenció, a lo que una voz frágil y femenina del fondo señaló- Pero si lo decidimos todos- y entonces el Cura dijo –En mi Iglesia no se cantará ese ritmo infernal- y apareció uno de esos zulianos rajados, que sin dudar afirmó- El templo es de todos, vea Padrecito, además, ¿usted dónde estaba cuando todos votamos?, si no estuvo presente no puede patalear.
Nos tocaron las Gaitas y ni cuenta nos dimos
Así como al Padre de este relato, a más de tres millones novecientos mil venezolanos les dio igual el pasado domingo 2 de diciembre del año 2007, si su país se llamaba Venezuela o Benezuela, cuáles eran sus límites, su religión, su sistema de Gobierno. Le dio igual bajo qué acuerdo social iban a vivir. Muchos disfrutaban de playa, sol y arena, como dice una canción, mientras otros se comían las uñas pensando en el futuro de todo el país.
El 44.11% de todos los inscritos en el Registro Electoral prefirieron no votar, y ceder su derecho y deber democrático a los que si votamos.
Contra quién atentó el 44%
Sin duda es un misterio saber si la abstención afectó más al Gobierno que a la Oposición Venezolana. Yo me inclino a pensar más bien en que la tendencia se mantendría igual, porque es obvio que tenemos un país profundamente dividido en dos.
Pero las más de tres millones de almas que no fueron a votar, atentaron antes de contra cualquier poder político, contra ellas mismas y contra la oportunidad histórica de elegir a sus representantes.
Hasta hace nada, la humanidad no elegía a quién la gobernaba, era un designio divino emanado en el poder del Rey, que por sus venas corría sangre de otro color que lo hacía el elegido. Hasta que los Franceses pasaron a más de un monarca por “Le Guillotine” y demostraron que sangraban y morían igual que cualquier mortal.
Aún así, los Reyes perdieron sus tronos, pero lo ocuparon los nuevos señores, los que poseían un poder terrenal más fuerte que el celestial, los que tenían dinero, y a estos poco le interesaba que alguien los eligiera, ellos pagaban suficiente por tener todo el poder.
Mucho tardamos y mucha sangre costó borrar de Latinoamérica el concepto de que sólo unos pocos podían escoger a quién gobernaba. Pero todo ese esfuerzo parece no significar nada para las generaciones actuales.
Nos robaron la tambora
Por los discursos de ambos polos políticos, pareciera que el interés estaba centrado más en crear toda una atmosfera para reconocer sus “victorias virtuales” olvidándose de que en medio de sus calurosas y apasionadas palabras, desdibujaban la figura clave del árbitro de los comicios.
No debe ser fácil estar sobre una tabla de surf, y ver venir una ola de 9 metros y entonces mirar al fondo del agua y ver un tiburón. Más o menos lo mismo que ser presidente del Consejo Nacional Electoral de un país como Venezuela en estos momentos.
Dos grandes masas políticas peligrosas y activas que presionan para obtener la mayor cantidad de beneficios, una imagen cuestionada, y así y todo tener que dar unos resultados tan ajustados. Un minuto de silencio y un suspiro, y por la cabeza de Tibisay Lucena la idea “¿Y si lo que digo cambia, y si se arma la buena por estos resultados?” Muy corta la diferencia, muchas ganas de humillar al otro, de aplastarlo, y una enorme responsabilidad sobre los hombres y mujeres del CNE.
No es lo mismo ser novios que esposos, igual es en elecciones, no es lo mismo decir quién va ganando con 85% a quién lo va haciendo con 92% de votos escrutados, menos en elecciones tan reñidas.
Y no pudieron aguantar las ganas de salir, de ambos lados, los agoreros de la catástrofe, Sátrapas modernos que alzaban la voz para atreverse a humillar y cuestionar más la imagen de quién nos garantiza poder ejercer el voto en democracia, porque sin árbitro, ¿cómo elegimos? ¿A pedradas?
En unas elecciones cuentan las voces, y no hay nada “pírrico” ni “minúsculo” ni “avasallante” y “demoledor”, los adjetivos no caben en comicios, a la final quién gana, triunfa igual por 1 voto que por 1 millón.
Esto no queda acá
El panorama de estas elecciones nos deja un excelente sabor de boca a todos los sectores del país, porque se desmitifican muchas cosas, y sobre todo se rescata la importancia de muchas instituciones democráticas. Pero además nos deja claro el escenario de que el enfrentamiento entre Gobierno y Oposición, no se termina, ahora parece más bien avivarse. Mientras por un lado los victoriosos aseguran que harán nuevas exigencias al Gobierno, los perdedores amenazan por buscar la forma de imponer sus ideas, gústele a quién le guste.
Ambas ideas rayan en la radicalización, y una de ellas podría salirse del marco democrático, pero al parecer en este enfrentamiento, cada vez importa menos esa palabra.
Como una eucaristía
Eucaristhia, es la palabra que describe el concepto de sentarse como hermanos a compartir la palabra y el pan, un concepto que desde que se usó, jamás dividió a Judíos de Católicos. La Eucaristía incluye la comunión, que es simplemente la común unión de un pueblo ante su Padre.
Cómo una Eucaristía, así de sagrada y de importante es una elección democrática, aunque ambas se desdibujen con el pasar de los días en los espacios de nuestro Planeta.
El domingo 2 de diciembre, Venezuela asistió a una fiesta democrática, y hubo millones de venezolanos que no escucharon los cantos de “Sirena” de algunos gobierneros y opositores que parecieran preferir otra vía, y con sus votos le dijeron “No” a una reforma de su Constitución.
Sobre si era necesaria o no una reforma, y cuál era el camino al que llevaba la planteada, es tema de otra parranda. Digno de reflejar es el buen comportamiento de todos los venezolanos, ante todos los rumores que en otros tiempos, nos hubieran lanzado a la calle a matarnos unos a otros.
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