Siempre he creído que si sabes y puedes hacer algo, tienes que hacerlo a favor de los demás, y tu premio empieza por el reconocimiento de los otros, y por esa sensación de haber hecho algo justo, bien, bello.
Creo que a eso se referían los Griegos cuando hablaban del término Belleza, hablaban de lo justo y práctico, de la comedida armonía que se logra en algo cuando se hace con gusto y con beneficio grupal y no individual.
Agustín y la ruptura
Parece muy sarcástico que una persona como Agustín Ibarrola, tal vez uno de los artistas plásticos más importantes de España de todo el siglo XX y lo que va del XXI trabaje con cubos, una forma tan simétrica, cuando su vida y su actitud como artista ha sido romper con las formas convencionales.
Ibarrola nació en 1930 en Bilbao, un típico Vasco con mostacho canoso por la edad que ya le suma su cuerpo y no su alma. Se inició en la pintura por suerte, y la misma providencia le trajo de la manos de excelentes maestros como Ruíz Blanco. Encabezó un movimiento revolucionario de las artes españolas, hoy denominado Equipo 57, grupete que reunía artistas de diferentes escuelas con un mismo objetivo, darle la vuelta al arte Español a través de una visión Neoracionalista.
El Neoracionalismo, una filosofía para nada “neo” o nueva, se desprende de la Ilustración del Siglo XVIII, que se centra en la razón y lo que esta puede entender a través de la práctica y la experiencia. En específico la propuesta española del Equipo 57 se centraba en la experimentación con elementos, y lograron su objetivo, redimensionaron el arte Español.
Ibarrola escapa de este grupo, y de sus concepciones abstractas para acercarse a un arte cargado de denuncia social. Mucho tiene que ver la corriente ideológica que embebió a España entre los años 70, 80 y 90 y por la realidad de sus orígenes vascos y todo el sufrimiento que ha vivido este pueblo por el terrorismo.
Sus últimos trabajos también se acercan a las nuevas corrientes de pensamiento, con un arte dedicado al humanismo, los valores y derechos humanos y la ecología.
En toda su vida como artista, al Maestro Ibarrola lo definen dos características: Una apasionada y desbordada intención por definir y vivir la Libertad, y el deseo de relacionar cada uno de sus cuadros o esculturas con las raíces de las personas cercanas a su fuente de inspiración.
Cubos de la memoria
El trabajo que me puso en contacto con el arte de Ibarrola fue una bella fotografía del Puerto de pescadores de Llanes en Asturias, donde en el año 2001 Ibarrola convirtió la fría y apática protección rompe olas del puerto en una de las obras de artes más importantes y de mayor dimensión de este artista.
Se trataba de un rompeolas o escollera del puerto, hecha en bloques de hormigón grises, que el artista convirtió en cubos figurativos y no figurativos con elementos que aluden a la memoria del mismo pueblo y del artista.
En esta inmensa labor se le unieron un grupo de talentos jóvenes que le dieron una mano para lograr una obra de valor estético y turístico.
¿Por qué Ibarrola?
Porque sin duda creo en las palabras muy sabias del que fue mi profesor de Literatura y Comunicación y buen amigo Cristóbal Guerra, “lo más local es lo más global”.
La vida de este hombre nos recuerda que en nuestras raíces está sin duda las respuestas más sencillas a las preguntas más complejas y universales. ¿Cómo ser libre? Y ¿qué es la libertad?, que le pregunten a cualquier pescador que pase horas trabajando sobre su lancha en el mar apreciando los bellos colores de los cubos de Ibarrola y dejando escapar por segundos sus recuerdos y su imaginación.
Creo que a eso se referían los Griegos cuando hablaban del término Belleza, hablaban de lo justo y práctico, de la comedida armonía que se logra en algo cuando se hace con gusto y con beneficio grupal y no individual.
Agustín y la ruptura
Parece muy sarcástico que una persona como Agustín Ibarrola, tal vez uno de los artistas plásticos más importantes de España de todo el siglo XX y lo que va del XXI trabaje con cubos, una forma tan simétrica, cuando su vida y su actitud como artista ha sido romper con las formas convencionales.
Ibarrola nació en 1930 en Bilbao, un típico Vasco con mostacho canoso por la edad que ya le suma su cuerpo y no su alma. Se inició en la pintura por suerte, y la misma providencia le trajo de la manos de excelentes maestros como Ruíz Blanco. Encabezó un movimiento revolucionario de las artes españolas, hoy denominado Equipo 57, grupete que reunía artistas de diferentes escuelas con un mismo objetivo, darle la vuelta al arte Español a través de una visión Neoracionalista.
El Neoracionalismo, una filosofía para nada “neo” o nueva, se desprende de la Ilustración del Siglo XVIII, que se centra en la razón y lo que esta puede entender a través de la práctica y la experiencia. En específico la propuesta española del Equipo 57 se centraba en la experimentación con elementos, y lograron su objetivo, redimensionaron el arte Español.
Ibarrola escapa de este grupo, y de sus concepciones abstractas para acercarse a un arte cargado de denuncia social. Mucho tiene que ver la corriente ideológica que embebió a España entre los años 70, 80 y 90 y por la realidad de sus orígenes vascos y todo el sufrimiento que ha vivido este pueblo por el terrorismo.
Sus últimos trabajos también se acercan a las nuevas corrientes de pensamiento, con un arte dedicado al humanismo, los valores y derechos humanos y la ecología.
En toda su vida como artista, al Maestro Ibarrola lo definen dos características: Una apasionada y desbordada intención por definir y vivir la Libertad, y el deseo de relacionar cada uno de sus cuadros o esculturas con las raíces de las personas cercanas a su fuente de inspiración.
Cubos de la memoria
El trabajo que me puso en contacto con el arte de Ibarrola fue una bella fotografía del Puerto de pescadores de Llanes en Asturias, donde en el año 2001 Ibarrola convirtió la fría y apática protección rompe olas del puerto en una de las obras de artes más importantes y de mayor dimensión de este artista.
Se trataba de un rompeolas o escollera del puerto, hecha en bloques de hormigón grises, que el artista convirtió en cubos figurativos y no figurativos con elementos que aluden a la memoria del mismo pueblo y del artista.
En esta inmensa labor se le unieron un grupo de talentos jóvenes que le dieron una mano para lograr una obra de valor estético y turístico.
¿Por qué Ibarrola?
Porque sin duda creo en las palabras muy sabias del que fue mi profesor de Literatura y Comunicación y buen amigo Cristóbal Guerra, “lo más local es lo más global”.
La vida de este hombre nos recuerda que en nuestras raíces está sin duda las respuestas más sencillas a las preguntas más complejas y universales. ¿Cómo ser libre? Y ¿qué es la libertad?, que le pregunten a cualquier pescador que pase horas trabajando sobre su lancha en el mar apreciando los bellos colores de los cubos de Ibarrola y dejando escapar por segundos sus recuerdos y su imaginación.
2 comentarios:
Ese mar invita a soñar.... es un horizonte muy amplio y da cabida a barcos plenos de saber y a reflexiones inacabadas como el aura que precede al amanecer
Tus palabras hermano Carlos invitan a pensar en ese contínuo de sentimientos y pensamientos que es la vida, conformado por cubos de momentos individuales pero que sumados hacen la memoria y la experiencia...
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